Circunnavegar el globo tuvo su momento más especial a principios del siglo XX, la primera vez que se hizo y cuando nadie más se lo planteaba, cuando el mundo era tan grande y desconocido que las carreteras ni existían. Ese pionero, padre de todos los aventureros en moto, fue Carl Stearns Clancy, que allá por 1912 completó la primera vuelta al mundo sobre su primitiva Henderson Four.
Para entender la hazaña de Stearns en su justa magnitud debemos comenzar por imaginar el mundo de principios del siglo XX. En 1912 el turismo de aventura no existía como tal, así como tampoco existía una infraestructura global que permitiese viajar, o tecnologías que te ayudasen a tal empresa.
No existían el geoposicionamiento ni la geolocalización, ni siquiera es que abundasen los mapas, menos los de carretera. Tampoco cajeros, gasolineras o carreteras.
Viajar por cualquier medio de transporte, bien fuera por tierra o mar (del aire ya ni hablemos) era un lujo de pocos. De ahí que la gesta del escritor de El Vagabundo de la Gasolina tenga una especial importancia y reconocimiento.
Stearns fue el primero en plantearse una aventura así justo en el momento en el que la industria del motor, aunque todavía de forma tímida, empezaba a dotar a la sociedad de la libertad individual que dan los vehículos a particulares.
Esa sensación fue su principio. Stearns tenía que trazar ese plan y la idea de dar la vuelta al mundo en moto surgió junto con su amigo Walter Rendell. Así, ambos marcharon hacia Detroit (Michigan) y le propusieron a la Henderson Motorcycle Company un plan que William y Tom Henderson (hermanos y dueños de la empresa) aceptaron finalmente patrocinando con la cesión de dos recién alumbradas motocicletas Henderson Four para que los insatisfechos jóvenes emprendieran su loca aventura.
A su vuelta a Nueva York desde Detroit ya con las motos, Stearns se dispuso a encarar la otra parte del plan: conseguir financiación. Stearns lo consiguió de dos publicaciones neoyorkinas de la época especializadas: Bicycling World y Motorcycle Review, consiguiendo así cubrir la mayor parte de los gastos del viaje a cambio del envío de artículos sobre su aventura. Algo que vendieron como “El viaje en motocicleta más largo, más difícil y más peligroso jamás intentado”. Todo un pionero también del periodismo de aventura.
Carl Stearns Clancy y Walter Rendell embarcaron en su ciudad de Nueva York para atravesar el Océano Atlántico con destino Liverpool a finales de octubre de 1912, iniciando la aventura que llevaría a Stearns a recorrer el mundo en menos de un año.
Los yankees recorrieron en primer lugar todo el Reino Unido, sufriendo el primer revés de muchos: perdieron una de las Henderson Four arrollada por un tranvía, fue la de Walter. Ambos continuaron en la otra, y así ya en Londres, iniciaron su actividad mediática siendo entrevistados por primera vez.
Más tarde abordaron tierras bávaras y recorrieron gran parte de Europa pasando por Alemania, Suiza, Bélgica y Holanda hasta adentrase en Francia y tomar París, desde donde Walter Rendell volvió a New York y dejó continuar solo a Stearns, debido a la imposibilidad de afrontar la empresa sobre una única montura.
El padre de todos los aventureros cruzó ya en solitario el país galo, atravesó España y penetró en el viejo continente negro recorriendo toda su costa norte, visitando Argelia y Túnez y recorriendo el gran desierto del Sáhara hasta llegar a Egipto.
Desde allí abordó el continente asiático entrando por India, donde los problemas se multiplicaron entre otras cosas por la dificultad que entrañaba el repostaje. Tomó un barco con su Henderson que le llevó hasta tierras malayas, desde donde entró a China para saltar después a Japón. Allí, en el imperio del sol naciente, el cansado pero curtido hombre en el que se había convertido decidió regresar a su país cruzando esta vez el Océano Pacífico y cerrando el círculo.
Armado con una pistola que llevó durante todo su viaje, Stearns afrontó peligros y aventuras que nadie en esa época podría ni imaginar. Prevaleció sobre la climatología en un momento donde no existía la ropa técnica, sobre los accidentes en moto sufridos, sobre las inexistentes carreteras, los bandidos del camino, los animales salvajes y la naturaleza, las fronteras de la época entre países, las averías o la falta de carburante.
Carl Stearns Clancy se reencontró con su tierra al desembarcar en la bahía de San Francisco. Todavía le quedaba cruzar el país de costa a costa para llegar a casa. Algo que este auténtico aventurero hizo en tan solo cuatro días.